Existe una desafortunada concepción acerca de la labor que nos corresponde a los funcionarios públicos en las distintas administraciones: es aquella que exalta la idea de que quienes trabajamos en la administración pública estamos obligados a servir al partido político que gobierna en cada momento.

Quien así piensa, y además lo expresa públicamente, es responsable de crear y alimentar una confusión extremadamente peligrosa; porque de esta manera contribuye a extender la idea entre los ciudadanos -de Rocafort, por ejemplo- de que las responsabilidades de gobierno que ha adquirido un partido político en materia de Personal, entre otras, -como actualmente el PP en nuestro ayuntamiento, por ejemplo- pueden verse contaminadas de esa confusión: institución/partido con la gravedad que ello supondría.

Difundir insensateces como ésta dañan la imagen y la profesionalidad de un colectivo de trabajadores que seguimos empeñados en dignificar nuestra labor como servidores públicos, a pesar de algunas vergonzosas actuaciones que, en ocasiones, protagonizan quienes dirigen las instituciones a las que se deben.

Los funcionarios públicos no trabajamos para el partido que gobierna, sino que desarrollamos funciones públicas acatando la Constitución, el Estatuto de Autonomía y las leyes.

Si el «fin» que se persigue -el desprestigio personal-,  justifica «los medios» para lograrlo -difamación, calumnia, mentira, manipulación…-, es que quien así actúa ya lo ha perdido casi todo.  

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