9 de julio de 2009, jueves

¡Vaya por Dios! Ayer, en casa de mis padres, casi se me atraganta el gazpacho cuando en la portada de un informativo televisivo, las imágenes del alcalde de Rocafort envuelto en la bandera de España y con cara de pocos amigos, daban pie a que el periodista introdujera la noticia sobre «la presencia de algunos exaltados seguidores del presidente Camps» en el acto celebrado por el PP en Alaquàs. 

Ya van dos con ésta, y comienzo a creer que Sebastián Bosch se ha tomado el asunto que está poniendo a Francisco Camps en el límite de su abismo político personal, como una causa propia. Nada que objetar, sin embargo.

Me sorprende, eso sí, el énfasis extraordinario que emplea en la puesta en escena, viendo la suerte que corre su imagen al convertirse en ejemplo público de «personaje exaltado» en diversos informativos televisivos y en diferentes diarios.

Si no fuera porque en  el politiqueo barriobajero todo es posible, podríamos pensar que la idea de comparar las anchoas de Cantabria con las que suele obsequiar el presidente Revilla, con las dávidas que presuntamente ha recibido Francisco Camps, no ha sido cosa de la incontinencia verbal y del nerviosismo de Rita Barberá. Y no lo digo porque es cierto que yo nunca hubiera imaginado a Barberá metida en ese barrizal dialéctico, sino porque llevo observando desde hace un tiempo que el comportamiento de algunos personajes del PP se ha radicalizado (desde la raíz) hacia posturas aún más embravecidas y disonantes incluso dentro de su propio partido; y que esas actitudes están dirigiéndonos hacia territorios en absoluto deseables.

Ejemplos hay varios. Durante el último pleno, y a propósito de la subvenciones para los usuarios de Rocafort del Centro de Día, el alcalde soltó esta perla sin venir a cuento: «¡Que Zapatero deje de gastarse el dinero en el Falcon!»  Hubo más, como cuando se refirió a que «el ideario» que debían cumplir los usuarios, era «el del 18 de julio». Tamañas impertinencias fueron objeto de risas acaloradas por parte de sus concejales, incluso de quien se postula como su delfín, Alejandro Llácer.

La cruda imagen del alcalde de Rocafort que ayer nos revelaron de nuevo los medios de comunicación, no es un hecho aislado.

A mí me da que todo esto tiene mucho que ver con la irascibilidad que provoca haberse creido durante mucho tiempo intocable e imbatible. Y visto lo visto, nada ni nadie puede asegurarnos que destacados miembros del PP no seguirán deleitándose con sus propias caricaturas ideológicas.

Huir.

(Sigo de vacaciones)

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