5 de agosto de 2009, miércoles
La fecha del lunes la guardaremos en la memoria: planchada y almidonada, para que no se nos apolille.
(Fuente: diario El País.es)
Los medios de comunicación la almacenarán en hemerotecas, fonotecas y videotecas (lo que es una gran ventaja, porque la noticia permanecerá intacta, ajena a la combustión personal e idelogógica de cada cual).
No sé qué harán con ella -con la noticia y con la resolución del TSJ de la Comunidad Valenciana, quiero decir- los juristas y los sesudos estudiosos del Derecho Penal. Pero apuesto lo que sea, que hoy y ahora, a la inmensa mayoría de los ciudadanos de este país le ha quedado bien clarito que la amistad manifiesta con el presidente del más alto tribunal de justicia de tu territorio, te salva de los arrumacos confesos que has mantenido -por amistad también- con un delicuente.
(Fuente: diario Público.es)
La noticia del archivo de la causa contra Camps, Costa, Campos y Betoret, saltó al filo del mediodía del 3 de agosto; y las redacciones de los medios de comunicación acudían con urgencia a recabar opiniones de jueces, catedráticos en derecho, fiscales, asociaciones profesionales, etc.
Dejando a un lado el asombro que produjo el fallo judicial en algunos de ellos; y la dificultad con la que el resto podía sostener un discurso que no minara aún más la confianza en la Justicia de los ciudadanos de este país, me sorprendió la pregunta que una periodista formuló a uno de sus invitados, quizá porque fue la misma que yo -o cualquier hijo de vecino- hubiéramos formulado a bocajarro: “Por favor, explique a la audiencia cómo puede seguir confiando en la Justicia. Cómo es posible que a pesar de que la investigación judicial no ha finalizado; de que el magistrado-ponente ha dejado claras sus conclusiones; de que todos hemos leído y escuchado grabaciones telefónicas [autorizadas por un juez] que ponen de manifiesto la relación entre los imputados y los cabecillas de la trama; de que ha quedado probado que los altos cargos imputados mintieron ante el juez…[…]”
El invitado, cuyo nombre y cargo en la Judicatura no recuerdo, tardó unos segundos en reaccionar (y en la radio, los segundos son larguíííííísimos): “Esto no es una sentencia, y desde luego no es firme. Aún existe el Tribunal Supremo. Confiemos en la Justicia”
De momento, y hasta que el Supremo se pronuncie, guardemos la fecha en la memoria. Quizá el próximo año, por ahora, San FranciscoCamps tenga que ser descendido de los altares para siempre.
Amén.
6 agosto 2009 at 17:59
brillante…
Lucas
7 agosto 2009 at 10:59
Es muy serio esto ya, la broma es muy pesada. Valencia era otra cosa, no puede ser, debe de ser una pesadilla, de verdad no me lo creo aún. En qué se está convirtiendo la ciudad y la mayoría de los pueblos, no puede ser. Habría que hacer huelga y no pagar un puto impuesto más hasta que toda esa gente se vaya. La imagen que están dando de la comunidad es terrible, es algo fangoso y apestante. No hay más que ver las fotitos de la señoreta y el curilla para hacerse una idea de quien nos ¿gobierna?. Sólo falta el destripapollos para que el trio sea insuperable. De verdad, que sofocón, que forma de alterar el ánimo, qué verano….
14 agosto 2009 at 21:01
El PP habla de dictaduras y, en el PP, saben de dictaduras.
Con el caudillo sus padres vivían tan plácidamente que, siguiendo los consejos del invicto, no se metían en política. Tan poco se metían en política que no juzgaron necesario tener un partido hasta el fin de la dictadura. El PP (entonces Alianza Popular), lo fundó Manuel Fraga, ministro de Franco (1962 – 1967). A las elecciones de 1979 se presentó AP en coalición con otros grupos de derecha y extrema derecha, la candidatura se llamaba Coalición Popular y seis de los componentes de aquel cartel electoral habían sido ministros de Franco.
José María Aznar, hijo y nieto de notorios franquistas llenó sus gobiernos de descendientes de franquistas. Y, al marcharse, prosiguió la costumbre de la casa. Nombró a dedo su sucesor, el señor Rajoy.
Hasta ahora, el PP ha obstaculizado cualquier medida encaminada a deslegitimar el régimen de Franco y/o a restablecer el buen nombre de los defensores del gobierno legítimo de la República. Mayor Oreja afirmaba que el franquismo fue un tiempo de “extraordinaria placidez”.
No parece que el PP sea el partido más indicado para hablar de dictaduras.
Su intención puede ser otra.
La policía y los jueces están aireando la corrupción existente entre las filas del PP: trajes impagados, bolsos caros presuntamente regalados, comisiones ilegales recibidas por sus militantes altos cargos municipales y autonómicos, los ingresos de su tesorero Sr. Barcenas, lo que está apareciendo entre altos cargos del PP de Baleares, etc.
Cualquier manual de imagen y comunicación dice que, cuando no hay defensa posible, hay que hacer que la gente hable de otra cosa.
Y en eso están. Que si una dictadura, que si se realizan escuchas ilegales a sus dirigentes, que…
Cualquier cosa, menos explicar y solucionar los problemas que tienen dentro de casa. Nada dicen del “pastuqui”, ni de los amigos del alma a quienes quieren un huevo.