4 de octubre de 2009, domingo
Eso es lo que quiero; como otra mucha gente con la que comparto espacios comunes y situaciónes idénticas de la vida cotidiana.
Cuando hago la compra semanal, cuando salgo con mis amigos, cuando voy al cine, cuando visito a mis padres y observo con tristeza su vejez doliente, cuando me reúno con mis hermanas y con mi hermano y charlamos de lo nuestro, cuando escucho a mis sobrinas y me empapo de lo que está sucediendo en el ámbito de la adolescencia, cuando suena el despertador cada lunes, cuando emprendo una limpieza a fondo de mi casa, cuando cuido a mi hija que está sufriendo las consecuencias de una infección mal diagnosticada, cuando ordeno mis libros, cuando reviso mis facturas, cuando resuelvo la comida echándole más imaginación que ingredientes exóticos, … la normalidad de mi vida contiene la única anormalidad que la diferencia de la de quienes aspiran a que las cosas cambien por sí solas: yo quiero participar en ese cambio y sumar otras vidas y las mismas circunstancias que nos unen, para hacerlo juntos.
Trabajo con el corazón y con la cabeza para que sea posible. Sí, quiero cambiar las cosas mirando de frente a la gente: escuchando, hablando, admitiendo errores, compartiendo proyectos y embarcándome en el riesgo que constituye poner la cara para explicar lo que pienso y en lo que creo, porque la honestidad conmigo misma y hacia las personas que también creen que es posible cambiar el rumbo de las cosas para mejorarlas, no tiene un camino de ida y vuelta.
Ésa y no otra fue la decisión que tomé hace un par de años, y no voy a abandonar ese compromiso.
¿Por qué habría de hacerlo?, ¿porque el espacio con el que contamos todos -el Ayuntamiento- para hacer de la defensa de este pueblo un ámbito respetable, atento a las necesidades de los ciudadanos, transparente en la gestión de los intereses generales, se ha convertido en una referencia que nos hace temblar a la mayoría?, ¿porque existen batallas inauditas urdidas por los intereses más mezquinos?
Ninguno de esos motivos vale el esfuerzo de renunciar a lo que uno cree. Al contrario.
Es mi caso, al menos.
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