12 de enero de 2010, martes

 

 

Sra. Robinson (Irlanda del Norte),

La vida tiene estas cosas: las que pueden verse en youtube en un santiamén, mientras uno sigue creyendo que los caminos del Señor son inexcrutables.

Ahora resulta que usted, sra. Robinson, está presa de la dictadura puritana e hipócrita que con tanto ardor defendía hasta hace unos días. Es lo que pasa, sra. Robinson, cuando personajes como usted y tantos otros de su misma catadura moral, ponen a Dios como testigo de sus actos y lo convierten en pieza fundamental del juego político.

No sabe cuánto me alegro de  que el Dios que usted eligió como garante de sus jugueteos privadísimos le haya salido respondón, y que ahora, los hombres y las mujeres que depositaron en usted sus esperanzas políticas, (convencidos de que una mujer con principios morales tan estrictos como para fotografiarse con una Biblia debajo del brazo no podía «salirles rana»), le exijan explicaciones, y, con un poco de suerte, reflexionen y lleguen a la feliz conclusión de que los rituales confesionales deben reservarse  exclusivamente al ámbito más íntimo de las personas.

Qué quiere que le diga, sra. Robinson; pues eso, que cada uno somos lo que hacemos para cambiar lo que somos, y su caso es ejemplar.

Me importa un bledo su vida privada y su confesión religiosa, pero usted ha cargado al presupuesto público los excesos de ambas. Y eso, sra. Robinson, es intolerable.

Que usted lo expíe como pueda.

 

 

 

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