29 de junio de 2010. Martes

Sin conocer aún el resultado del partido España-Portugal, la jornada de hoy ya ha sido intensa.

Esta mañana a las 9, empezaba una comisión extraordinaria de Hacienda para tratar los asuntos que se debatirán en el pleno del viernes 2 de julio, también a las 9h.

Este pleno, convocado a petición de los concejales socialistas, pretendía que el alcalde y los concejales del gobierno local recortaran sus salarios municipales, con efectos desde el 1 de junio, en el porcentaje acordado por todas las fuerzas políticas que componen la Federación Española de Municipios y Provincias; es decir, un mínimo del 7% en el caso del alcalde, y un mínimo del 5% en el caso de sus concejales.

Pasando por alto ahora que se haya convocado la comisión fuera de plazo, o que la sorprendente actuación del secretario haya servido en bandeja de plata otra sesión inefable, -ya animada desde el comienzo por la actitud desafiante del alcalde y de sus concejales presentes-, sin lugar a dudas, me quedo con la noticia del día: Alejandro Llácer ha renunciado a todas sus delegaciones. 

En un escrito firmado por él, y que presentó ayer 28 de junio en el registro de entrada, Llácer vuelve a las andadas y repite lo que ya hizo el 12 de diciembre de 2008. Abandona sus delegaciones, pero mantiene su acta de concejal. Hace un año y medio, esa «jugada» duró lo que se tarda en entonar un bolero: «…si tú me dices ven, lo dejo todo…» 

 Ahora, a menos de un año de la próximas elecciones municipales, el envite no parece más honesto que entonces; porque los problemas que  el concejal ha provocado, y aquellos otros en los que ha colaborado activamente a crear, siguen aquí: el presupuesto de este año todavía por presentar, con una contabilidad -a finales de mayo- que arroja unos gastos contraídos de más de 4 millones de euros, y unos ingresos que no superan el millón novecientos mil;  la Casa de Cultura, fuera de control; falta de transparencia en lo que concierne al área de Cultura, a la Escuela Infantil y a los Programas de Formación que se imparten; triquiñuelas jurídicas; contrataciones de Personal inauditas; gratificaciones y productividades de escándalo…

Que le canten un bolero, o que se lo tararee él mismo,  es lo que menos importa.

 

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