21 de septiembre de 2010. Martes

Siempre he defendido que hacer las cosas bien resulta más sencillo que empeñarse en lo contrario.  Pero en Rocafort tenemos un gobierno municipal que invierte más tiempo (y dinero) en enredar los asuntos, que en facilitar la labor a quienes trabajan desinteresadamente en favor de un número elevadísimo de vecinos. Ha habido ejemplos recientes: la Banda de Música, sin ir más lejos.

Ahora, le ha tocado el turno al Grup Esportiu; una asociación que durante el curso pasado movilizó a 300 personas de todas las edades, gracias al ambicioso programa de actividades deportivas y recreativas que lleva desarrollando -y mejorando- desde hace 20 años.

El trabajo que despliega el núcleo directivo del Grup Esportiu es metódico, y está sistematizado de modo que la improvisación queda descartada. Anualmente, a principios del mes de Junio, informan al Ayuntamiento de las actividades que celebrarán a partir de septiembre en los locales municipales que tienen asignados (en las Antiguas Escuelitas, y en el colegio San Sebastián) Impecable.

Lástima que la buena organización de esta asociación, como la de otras del municipio, no obtenga la respuesta que merece y haya de sufrir las consecuencias de la descoordinación irresponsable del gobierno local, de su desidia, y de su pereza.

Fue el 9 de agosto (¡dos meses después de que el Grup Esportiu hubiera presentado la programación!) cuando la concejala Navarro denegó por escrito una de las actividades, por «coincidir con otra que el Ayuntamiento iba a programar»; y les alentó a que se hicieran el ánimo porque también iban a «birlarles» el permiso para que siguieran impartiendo la actividad de «kárate» en el gimnasio del colegio San Sebastián (como han venido haciendo durante los últimos 10 años). «La Casa de Cultura necesitará el sitio para sus actividades», les anunció.

A partir de ahí, los despropósitos se multiplicaron.

Localizada la concejala Llorens (¿Educación?), ésta se desentendió alegando que eso no era cosa suya y que estaba de vacaciones.

Localizado el concejal Aliaga (Deportes), éste se desentendió alegando que él no sabía nada, y que eso no era cosa suya.

Localizado el alcalde, se encontraron con quien lo sustituía en sus funciones, Almela, que se desentendió alegando que él no sabía nada, que eso no era cosa suya, y que todos estaban de vacaciones.

Imagino que no intentaron localizar al concejal Quiñonero, porque todo el mundo ya sabe que no existe; y quizá desistieron de buscar al concejal Llácer por si se encontraba en alguno de sus periodos de huida repentina.

Transcurrió agosto, y la concejala Navarro habitó entre nosotros el 6 de septiembre acompañada de Julio José Gimeno (un contratado eventual municipal que disfruta últimamente de un sorprendente predicamento) en una entrevista concedida a miembros de la directiva del Grup Esportiu, tras la preceptiva solicitud por escrito.

Navarro se  mostró como sólo ella sabe hacerlo: terca e inflexible. «La Casa de Cultura necesita ampliar sus horarios para su programación, y el Ayuntamiento usamos los locales como creemos conveniente», parece que asestó la concejala.

Los presentes le recordaron que las clases de kárate se imapartían desde hacia 10 años, y le ofrecieron a la regidora una solución horaria para que pudieran compaginarse esa actividad y las que la Casa de Cultura pudiera programar. «Lo estudiaremos, y esta semana tendréis una respuesta», y la presencia se desvaneció.

Pasó la semana, y no hubo respuesta. A mediados de la siguiente, la casualidad quiso que el alcalde Bosch se cruzara con un miembro de la directiva del Grup, perseverante donde los haya.  «No sé nada; hablaré con Carla. Mañana te llamo», y se desentendió.

Dos días más tarde, el pasado viernes, el perseverante reincidió y esperó pacientemente en la puerta de la alcaldía a que sucediera un milagro.  Dos horas después, el alcalde salió de su despacho como una exhalación y tomó rumbo a Valencia, y se desentendió.

El perseverante miembro de la directiva del Grup Esportiu regresó ayer lunes al Ayuntamiento porque, aunque no cree en los milagros, mantiene el principio de que un alcalde debe ser, por encima de todo, un servidor público. El perseverante, Ricardo Pérez, concejal del grupo socialista, dejó aviso de que esperaba al alcalde mientras repasaba decretos en las oficinas municipales.

El alcalde llegó, y se esfumó.

Ayer mismo, los padres y las madres de los alumnos de kárate conocieron todas las peripecias que acabo de relatar. Decidieron, unánimemente, que ya son demasiadas gotas y que el vaso lleva tiempo colmado, y planearon que las clases se impartirían en el Bulevar, en plena vía pública, hasta que el Ayuntamiento solucionara el desaguisado que había provocado.

Las noticias vuelan, y la campaña electoral está a la vuelta de la esquina; así que hoy mismo ha debido producirse una conjunción astral capaz de convocar los temores de todos ellos, porque al filo de las 2 de la tarde, la concejala Navarro ha vuelto a habitar entre nosotros por boca del cada vez menos anónimo empleado municipal,  Julio José Gimeno, y se han apresurado a aplicar un correctivo a la memoria de los afectados: Donde dije digo, digo Diego. Aquí no ha pasado nada. La Casa de Cultura ya no necesita el local… y bla, bla,bla … ¡Los Men in Black en acción!

Y yo me pregunto, ¿qué les hubiera costado evitar todo esto? …  ¡Qué modo más insolente de ejercer el gobierno municipal que se les confió!

 ¡Al tajo, por favor, al tajo! … Por favor, y por el respeto que nos deben a todos los vecinos.

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