28 de septiembre de 2010. Martes
Que el concejal Jesús F.Quiñonero no existe, podría parecer una obviedad que aventuré aquí mismo en noviembre de 2007.
Que le pagamos entre todos un salario mensual de más de 830€, es una barbaridad; pero no es una novedad, porque en el mismo caso se encuentra el resto de miembros del gobierno local, que perciben la misma cantidad, con la excepción del alcalde que casi la quintuplica.
Quiñonero fue nombrado por el alcalde, en julio, concejal-delegado de Cultura; y hoy debía haberse presentado en la primera comisión informativa que se ha celebrado sobre la materia que pesa sobre sus hombros.
La última vez que esa comisión se reunió fue en mayo; por entonces, el concejal Llácer asumía el cargo pero debió considerar irrelevante su presencia porque decidió no asistir.
Si echo cuentas, no me salen; porque creo que aún no hemos tenido la oportunidad de que un concejal de Cultura asista a la comisión informativa de la que forma parte, nos dedique el tiempo que le estamos pagando entre todos a precio de oro, responda a las decenas de cuestiones que llevamos planteándole desde hace tres años, y que demuestre que esto de la Cultura que lleva entre manos no es un «encarguito» del alcalde que éste encomienda a quien mejor se lo resuelve: a Llácer y a Quiñonero.
Es cierto que a ninguno de ellos les interesa lo más mínimo qué pasa con la Cultura en Rocafort, salvo aquellos aspectos que afectan y benefician directísimamente a determinadas personas que llevan años instaladas en el gran contenedor de nóminas en el que han convertido los tres – el alcalde, Llácer y Quiñonero– a la Casa de Cultura.
Y es que la historia se repite: en 2003 y hasta 2007, Quiñonero fue concejal de Cultura, y Llácer, concejal de Hacienda. Un periodo en el que los cobros irregulares en la Casa de Cultura eran habituales. Y digo ‘irregulares’ porque nunca fueron ingresados en las arcas municipales (como atestiguó la Intervención municipal), y porque así los calificó la Fiscalía cuando lo denunciamos.
A partir de junio de 2007, Llácer mantuvo la delegación de Hacienda y sumó la de Cultura; mientras, Quiñonero se entretuvo con una delegación de Participación Ciudadana, A21, y Sanidad, de la que no se conoce otro rastro que el que deja en el presupuesto la contabilización de facturas.
La cuestión, ¡en fin!, es que hoy ni se ha presentado Quiñonero (el nuevo concejal de Cultura), justificando su ausencia «por motivos laborales»; ni se ha presentado Llácer (que sigue formando parte de la comisión, aunque lleva sin aparecer desde febrero) escudándose en lo mismo. ¡Como si los únicos concejales de la oposición que sí hemos estado, Mª Ángeles Cortés y yo misma, no hayamos de hacer malabarismos para conciliar nuestra vida laboral con nuestra dedicación municipal!
En alguna ocasión he afirmado que el concejal Jesús F.Quiñonero no existe. Pero me temo que debo reflexionar sobre el asunto, porque si no existieran, entre otros, los concejales Llácer y Quiñonero, el entramado que ha tejido durante años el alcalde no hubiera sido posible.
O sea, que existen. (¡Uffff!)
30 septiembre 2010 at 16:05
Las obras de caridad y solidaridad son una buena causa para tranqilizar las conciencias de los fariseos y falsos demócratas que gobiernan nuestros pueblo.
Fiel reflejo de ello es que Jesús F. Quiñonero calienta silla en los plenos asiente o niega lo que le indica el o la portavoz de su grupo, pide permiso para salir al sr.alcalde según la necesidad que tenga y no molesta.
Así pues, es un ente que hace bulto y suma voto. Su labor como concejal, no destaca por otra cosa, pero existir, existe, está en el presupuesto municipal. Como otros….
30 septiembre 2010 at 23:01
¡Qué susto, Amparo! Por el título de tu post, creí que te enzarzarías en cuestiones teológicas de revisión de fe o incredulidad.
¡Ah, bueno, se trata del señor Quiñonero! Que no existe ya lo sabíamos. Lo que estamos esperando es que él se dé cuenta de que no existe.
En definitiva, es un fantasma selectivo: cuando hay que trabajar u opinar (qué trabajos más odiosos), no está; cuando cobra, sí.
Es pillo ese mozo… ¿Quién le habrá insuflado tanta sabiduría? ¿El tío Gilito?