19 de noviembre de 2010. Viernes

En esta tarde de invierno y de viernes, un buen amigo ha depositado en el buzón de mi correo electrónico una hermosa reivindicación de la vida, de la pasión y de la esperanza, que dice así: 

Muerte lenta.

Muere lentamente quien se transforma / en esclavo del hábito, / repitiendo todos los días los mismos trayectos, / quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y /no le habla a quien no conoce.


Muere lentamente quien evita una pasión, /quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las «íes» / a un remolino de emociones, / justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, / corazones a los tropiezos y sentimientos.

Muere lentamente quien no voltea la mesa / cuando está infeliz en el trabajo, / quien no arriesga lo cierto por lo incierto / para ir detrás de un sueño, / quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.

Muere lentamente quien no viaja, / quien no lee, / quien no oye música, / quien no encuentra gracia en sí mismo.

Muere lentamente quien destruye su amor propio, / quien no se deja ayudar.

Muere lentamente quien pasa los días / quejándose de su mala suerte / o de la lluvia incesante.

Muere lentamente quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, / no preguntando de un asunto que desconoce / 0 no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.

Evitemos la muerte en suaves cuotas, / recordando siempre que estar vivo / exige esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar.
Solamente la ardiente paciencia hará / que conquistemos una espléndida felicidad.

(Martha Medeiros. Porto Alegre, 1961)

A mi amigo Fran Sanz, porque la dignidad también es una pasión irrenunciable.

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