Lunes 10 de septiembre de 2012
No había suficiente demagogia desparramada a propósito del trabajo que desarrollan los políticos en el ejercicio de sus responsabilidades públicas, que ha llegado Mª Dolores de Cospedal para apuntillar el asunto: más demagogia y más adoctrinamiento popular.
En palabras de la presidenta de la Junta de Castilla-La Mancha para justificar la eliminación de los sueldos de los miembros del parlamento, «las personas que se ganan bien la vida en su profesión son las que pueden dedicarse a la política». (¡Olé!, apostillo yo)
Así, de un manotazo se carga el derecho a la participación en la vida política y pública de cualquier ciudadano que no disponga de un buen saldo bancario o de unas suculentas rentas. Y eso, por poner solo un par de ejemplos.
Además, la señora de Cospedal disuelve la separación de poderes del Estado y decide que el trabajo del poder ejecutivo (del que ella es presidenta en su comunidad autónoma) sí debe considerarse como tal trabajo al tiempo que desacredita la labor del legislativo que, al fin y al cabo, es el que debe sustentar su labor y, en cualquier caso, fiscalizarla.
O sea, pa’morirse (que diría Montesquieu si levantara la cabeza)
¡En fin, que la pedagogía política sigue siendo una asignatura pendiente en un país como el nuestro en pleno siglo XXI!
Porque mientras no entendamos la dedicación política como un servicio público, mientras no reconozcamos que el trabajo que se desarrolla en ese ámbito es eso: ¡trabajo! y que merece una compensación digna porque es un trabajo digno; mientras sigamos construyendo la idea -¡falsa!- de que la mayoría de los políticos están al pie del cañón en ayuntamientos y parlamentos para «forrarse» (aunque lo hayamos llegado a escuchar en boca de determinados políticos del PP y nos lo demostraron) … mientras haya quien siga abonando la idea de que todos los políticos son iguales… mientras sigamos por ese camino, el discurso (y la verdadera intención) de la derecha más recalcitrante habrá logrado quemar todos los caminos abiertos por la democracia representativa.
Personalmente, me parece terrible.
El trabajo de un gobierno y de la oposición, en cualquier ámbito de la administración, es muy duro si se cumplen los principios de eficiencia, responsabilidad y honestidad. Y requiere tiempo, dedicación y espíritu de servicio.
Muchos de los que lean esto responderán que nadie nos obliga a estar donde estamos y tienen razón: nadie obliga a nadie a desarrollar trabajos vocacionales que requieren una gran dosis de compromiso público; y ahí están los bomberos, los Cuerpos y Fuerzas de seguridad del Estado, los profesores, las salas de urgencias de los hospitales… y también los políticos que ejercemos nuestra labor con la misma responsabilidad, el mismo cariño y los mismos desvelos que cualquier servidor público honesto, comprometido y valiente… porque todos hemos elegido libremente dedicar nuestro tiempo (o una parte importante de nuestra vida personal) al servicio público.
No comparto los discursos «incendiarios» de quienes pretenden desprestigiar a los políticos en general para ahuyentar -aún más, si cabe- a los ciudadanos.
No comparto el discurso frívolo de quienes claman que sobran políticos y que los que queden después de la «quema» deban dedicarse a gestionar un presupuesto público y a analizar los problemas de los ciudadanos para resolverlos, en sus ratos libres después de su jornada laboral o durante los fines de semana sin la mínima consideración por su trabajo; como si fuera un castigo impuesto al grito de «¡no haberte metido!»
No comparto la idea del gobierno de España de reducir el número de concejales porque ese será otro hachazo contra la democracia representativa que acallará la pluralidad de opiniones y, desde luego, no resolverá los graves problemas de nuestro país.
No lo comparto.
Como tampoco comparto el juego de algunos políticos que en lugar de explicar a los ciudadanos la labor que realmente desarrollamos para que cada día se sumen más compromisos al nuestro, invierten su tiempo en cálculos electoralistas.
Mª Dolores de Cospedal, el gobierno de España (con la modificación de la LRBRL y la disminución de concejales) o el presidente de la Junta de Extremadura anunciando que él no aplicará la subida del IVA a las actividades culturales (sabiendo que no podrá hacerlo), son solo algunos ejemplos.
Y no, no comparto ese tipo de discursos porque solo persiguen el rédito electoral que ya calculan sabiendo lo que saben: que este país está exhausto de tanta demagogia y sordo de los aplausos que concita.
¡Lamentable!
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