Martes 19 de noviembre de 2013
¿Es posible?… Sí lo es.
El juez Castro, instructor del llamado «caso Nóos», citó al ex-president de la Generalitat, Francisco Camps, para declarar en calidad de testigo.
(Nota aclaratoria: los testigos están obligados a decir la verdad en su declaración; los imputados, no)
Camps solicitó acogerse a su derecho de declarar por escrito y el juez lo aceptó. Debió hacerlo el domingo a las 11,30h y la Policía Judicial intentó -sin éxito- localizarlo el sábado; se personaron en el domicilio que él mismo dio al Juzgado para esta notificación … ¿su casa? No. La dirección del Consell Jurídic Valencià al que acude de vez en cuando como miembro de pleno derecho debido a su condición de ex-president.
Evidentemente, en la sede del Consell Jurídic Valencià no había absolutamente nadie durante el fin de semana. La Policía Judicial llamó insistentemente al teléfono móvil que él mismo facilitó y no respondió nadie. Ahora, resulta que ese número corresponde al del móvil que utiliza como miembro del Consell Jurídic y que mantiene apagado durante los fines de semana.
A pesar de todo, la Policía Judicial parece ser que también intentó localizarlo en su domicilio particular… sin éxito. Casualmente, Camps dio el día libre a sus escoltas.
El juez y el fiscal del caso se habían trasladado a Valencia para tomar declaración a los testigos Camps y (Rita) Barberá. Esta lo hizo personalmente el día que estaba previsto (sábado) y Camps debía hacerlo ante la secretaria judicial y por escrito el domingo.
Todos los medios de comunicación se hicieron eco a lo largo de la semana de las fechas previstas para sendas declaraciones (el 16 y el 17 de noviembre) y a lo largo del fin de semana dieron cuenta de la «desaparición» de Camps.
El juez Castro y el fiscal Horrach regresaron a Palma la noche del domingo sin poder llevarse consigo la declaración escrita de Camps.
Eso sí, en cuanto el avión despegó -es un decir- Camps cogió el teléfono (no sabemos cuál de ellos) y declaró ante el diario ABC que «estuvo durante el fin de semana en su casa haciendo vida normal y que nadie le notificó»
(¡¡Ufff cómo me suena esa treta!!)
El conde de Romanones acuñó la frase idónea: «Joder, ¡qué tropa!»
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