Lunes 11 de mayo de 2015
Andalucía está viviendo una situación que debería avergonzar a quienes la están provocando y hacer reflexionar al resto.
A nadie de los que están actuando en beneficio de sus intereses partidistas, se le mueve una pestaña aun sabiendo el daño que están infligiendo a las instituciones y a la gente. A esa gente corriente a la que apelan continuamente como protagonista de sus hazañas, cuando en realidad la utilizan como redentora de sus tácticas electoralistas.
Es tan grosero el oportunismo al que están jugando en Andalucía los llamados «nuevos partidos de la nueva política» (léase Podemos y Ciudadanos), que su discurso de regeneración política, de participación y de cooperación queda exactamente alineado al más nefasto de este país: el del PP.
Que nadie se rasgue las vestiduras por lo que acabo de afirmar; que nadie me venga con zarandajas intentando justificar lo injustificable. Las cosas claras y el chocolate espeso.
El PP afirma hasta desgañitarse que la lista más votada es que la que debe gobernar, ya sea una Comunidad autónoma o un ayuntamiento. En Andalucía tiene la ocasión de demostrar que dice la verdad, aunque solo sea para que sus votantes tengan alguna razón para creerles. Imposible, siguen mintiendo. Pero no es eso lo que debería preocuparnos, porque ya sabemos quiénes son.
Podemos asegura estar dispuesto a desterrar los usos de la «vieja política». En Andalucía, el momento es ahora. Sin embargo, están atrapados en su propio espejismo demostrando auténtico pánico a enfrentarse a la política de los hechos, la de verdad, la que obliga a mojarse y a posicionarse. Es la primera oportunidad que tienen para mostrar que saben gestionar la realidad, que la comprenden, que la conocen y que pueden transformarla con sus aportaciones. Sin embargo, se esconden.
Ciudadanos hace en Andalucía lo que no dice. Mientras, se prepara para acudir al rescate del electorado huérfano del PP que le va a convertir en uno, grande y libre en las elecciones del 24 de mayo. Si nada ni nadie lo remedia, Madrid y la Comunidad Valencia es posible que caigan en sus brazos. Entonces será cuando Ciudadanos las entregue de nuevo a sus «naturales» amos y señores a cambio de lo que ya se puede suponer.
Ni Podemos ni Ciudadanos miran ya a Andalucía. Solo les importa como campo de pruebas para el ensayo-error-ensayo-error-ensayo del 25 de mayo. (El PP nunca ha mirado a Andalucía)
La candidatura del PSOE a la Junta de Andalucía obtuvo 47 escaños. La del PP, 33, Podemos 15, Ciudadanos 9 e IULV-CA, 5.
La investidura en primera vuelta de la única candidata a presidirla (el resto de partidos rechazó esa oportunidad), Susana Díaz del PSOE, requiere mayoría absoluta, 55 votos. No la obtuvo. Toda la oposición se unió para votar No.
En segunda vuelta, se requiere mayoría simple; es decir, más votos a favor que en contra. Tampoco los obtuvo. Toda la oposición volvió a unirse para votar No. (47 síes, 62 noes) Habrá más votaciones pero el tiempo se acaba porque si en el plazo de dos meses no hay presidenta, Andalucía volverá a las urnas.
No poder gobernar porque el resto de fuerzas políticas se está dedicando a lo suyo, que no es lo de todos, es una barbaridad. Someter a Andalucía a esta situación, con una presidencia en funciones que tiene limitadas sus acciones, es vergonzoso.
Utilizar a una comunidad autónoma escondiendo quién es cada uno para no ensuciar la imagen idílica que se han construido con discursos huecos, proclamas de manual universitario y alegatos emocionales, es una indecencia política.
Así es que, la vieja política está donde siempre ha estado: en los viejunos ya sean jóvenes, maduros, padres de la Transición sus hijos o sus nietos.
¡Reprobable tacticismo electoralista, el de siempre!
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