Domingo 6 de diciembre de 2015

 

Sinceramente, creo que Albert Ribera no quiere ser presidente del Gobierno. De momento.

De verdad que lo creo.

Estamos asistiendo al ascenso definitivo de la derecha y, sin embargo, nos estamos comportando como auténticos pasmarotes. Llevamos mucho tiempo aceptando sin rechistar un discurso basado en el fin de las ideologías, comulgamos con beatitud con lo que nos impone nuestra propia indiferencia y nos dejamos seducir por quienes aciertan concordar el sujeto de la oración con el verbo que la activa. Tan sencillo como eso y tan ridículo.

No, Albert Rivera no quiere ser presidente del Gobierno. De momento.

Lo que necesita A. Rivera es que el PP revalide una mayoría cómoda (que su partido, C’s, no dudará en apoyar) y que consiga formar gobierno.

Rivera «necesita» 4 años más de gobierno del PP para reforzarse -ya en Madrid y con voz y eco desde el Congreso de los Diputados- como alternativa de la derecha.

«Necesita» un escenario en el que exhibir su oratoria, un espacio en el que medirse con los representantes de la derecha a los que aspira sustituir y un lugar en el que su proyección esté garantizada tanto nacional como internacionalmente. Y ese punto está exactamente en Madrid, ese es el  único «centro» que quiere alcanzar: Madrid. El centro de operaciones y el centro de España.

Pero, ¿por qué?: porque para llegar al Gobierno de España y hacerlo para quedarse, Ciutadans sabe que «necesita» desprenderse del localismo catalán que lo originó, arrumbar el furibundo nacionalismo español que lo ha hecho crecer donde nació y coser su expansión al tejido nacional que ya lo sostiene en Catalunya: la derecha económica y financiera (la misma que confió sus activos y sus negocios durante décadas a CiU, hoy una federación de partidos desmembrada e inservible para sus objetivos)

El PP, el único partido nacional de la derecha hasta ahora, resulta demasiado incómodo a esa misma derecha y a una parte cada vez más numerosa de sus votantes. Demasiada corrupción a la vista de la opinión pública, demasiadas vergüenzas para compartirlas en los almuerzos de trabajo o en las cenas de los sábados, demasiadas explicaciones que dar ante tanta evidencia, demasiados paseíllos camino de los Tribunales de Justicia… Todo demasiado excesivo como para poder seguir soportándolo.

¡Cambio de planes! El PP ya no es útil, pero aún ofrecerá sus últimos servicios a la causa, a su pensamiento y a sus objetivos. Ahora los votantes de la derecha puede elegir: votar al PP y negarlo o votar a Ciutadans [Ciudadanos], asegurarse que así el PP seguirá gobernando cuatro años más y que la consolidación de Albert Rivera será definitiva y para largo.

Y es que la derecha que viene ya habita entre nosotros.

 

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