Lunes 6 de marzo de 2017

[Texto que preparé para el homenaje que le rindieron el Ayuntamiento y diversas asociaciones cívicas y culturales el pasado sábado a Berta Ferriols Monrabal, en la Casa de Cultura de Rocafort]

Bon dia i feliç.

Tenia moltes ganes de veure-vos a tots i a totes altra volta, junts, i hui, tots a una veu.

Tots a una veu pel respecte, la consideració i el reconeixement públic cap a una dona com Berta Ferriols Monrabal.

Hola Berta, cariño.

Hace unos días la Associació de Veïns i Veïnes A. Machado me brindó la oportunidad de abrir las intervenciones de esta tarde para hablar de ti. No me lo pensé dos veces y les dije: “per Berta, el que faça falta”

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Y añado ahora, por Berta y por todas esas mujeres que como ella, y también como mi madre, quizá nacieron 50 años antes de lo que su talento y su espíritu crítico merecían.

Te conocí hace más de 30 años, cuando acudí por primera vez a tu tienda; y acudí con precaución, Berta.

Me habían hablado de ella y de ti. Para mí entonces la ropa era un instrumento de trabajo, como lo es la bata blanca de un sanitario, y temía encontrarme una “boutique” tan exclusiva como las que separaban a las chicas, como yo lo era entonces, de las mujeres que adoptaban el apellido de sus maridos para presentarse. La señora de tal, la señora de cual…

A mis 25 años, lo de adoptar el apellido del marido para poder ser reconocida y tener identidad propia, ya me parecía escalofriante.

Paseé por la tienda mientras atendías a una señora empeñada en llevarse una pieza carísima que tú sabías que jamás se pondría. En voz baja, la convenciste de que no lo hiciera y me gustó que actuaras con tanta delicadeza.

Nos quedamos a solas y aprovechaste para observarme, sin molestar.

Me sentía perdida entre la ropa que colgaba de los percheros, con la que no podía identificarme. Estaba muy incómoda y te acercaste para decirme: “No te preocupes, ni la mires. Sería como disfrazarte, tú eres de otra manera” Y me gustó que me tranquilizaras. Salí sin nada.

A los pocos días me llamaste, volví y me mostraste una cazadora blanca que aún conservo.

Tiempo después, me dijiste: “Quiero que conozcas a mi hija Berta porque estoy segura de que congeniaréis enseguida, estudia Periodismo”  Y acertaste, ¡claro! ¡Cómo no ibas a acertar, si ya me habías “fichado”!

Lo hiciste –lo de ficharme, digo- sin que yo misma me diera cuenta. Porque eres una mujer intuitiva, inteligente y audaz. Mucho, muchísimo.

Siempre supiste –mucho antes de que yo lo intuyera- que ambas, tú y yo, compartíamos cosas relevantes: ideas, emociones y los sentimientos que nos acarrean esas ideas y esas emociones. Y de algún modo deseabas poder defenderlas, como yo ya lo hacía entonces, con absoluta libertad. Y lo has hecho, ¡vaya si lo has hecho, Berta! Sin miedo, con ganas y con argumentos.

Te admiro, Berta. Te admiro por tu talento, por tus ganas de saber y de comprender.

Te admiro por tu espíritu crítico, el que te permite construir certezas tras resolver muchas dudas razonables.

Admiro tu juventud a los 77 años. Sí, Berta. Eres infinitamente más joven que quienes viven cómodamente en el inmovilismo y la cobardía. Sin dudar, sin querer saber y sin querer comprender. Aunque tengan 20 años, o 40 o 60…

Querida Berta, sabes que mis abrazos a lo largo de estos años son mi hondo reconocimiento a tu valentía, a tu generosidad y a tu humildad. Pues hoy más, si cabe. Y públicamente.

Tú eres aquella mujer de la que yo le hablaba a mi madre. Yo le decía: “Mami, en Rocafort hay una mujer que le pasa lo que mismo que a ti: que nacisteis 50 años de lo que merecíais”. Y ella me sonreía.

Yo, que soy hija y nieta de generaciones cuyas mujeres no eran sino un cerebro inescrutable, como los caminos del Señor (Amén)

Hija y nieta del “Tiempo de silencio” de Martín Santos, de la Navidad con “Mujercitas”de las letras de Mocedades“…tú me admiras porque callo y miro al cielo. Tómame o déjame”; de Cecilia“… era feliz en su matrimonio, aunque su marido era el mismo demonio”, o de Jarcha y una libertad sin ira para “… gente que solo desea su pan, su hembra y su fiesta en paz […] gente muy obediente hasta en la cama…”

Hija y nieta de generaciones de mujeres malheridas, malqueridas y malparadas. Y todas ellas bienparidas.

Yo, querida Berta, reconozco en ti lo que escribió Galeano, “somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”.

Te quiero mucho. Muchísimas gracias a todos.

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