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Blog de Amparo Sampedro Alemany

ESCRIBIR PARA PENSAR

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Estás viva, aún.

 Viernes 25 de noviembre de 2016.

 

Durante el primer trimestre de 2016, más de 32.000 mujeres han sido víctimas de la violencia de género según los datos aportados por el Observatorio de víctimas de la violencia doméstica y de género.

El aumento de la violencia contra las mujeres es alarmante entre los adolescentes.

 

Resultat d'imatges de violencia de género adolescentes

 

Nos equivocamos si creemos que están mejor informados, porque el exceso de información, inoculada a través del ruido de las redes sociales, no garantiza ni la calidad ni la verosimilitud de esa información.

Las adolescentes se enfrentan a solas a un mundo aparenteregistrado en una pantalla, que sólo aspira a resumir las emociones en la expresión uniformada de un emoticono.

De vuelta a la realidad, hay una chica que no encuentra el verbo para explicar(se) lo que piensa y lo que quiere. Su pantalla solo le exigía una respuesta rápida que ella resolvía con una exclamación o con una carita que lanza un beso.

La violencia de género contra las mujeres es una guerra que no podremos ganar si no libramos cada una de sus batallas con los pies en el suelo.

Decenas de miles de mujeres en España están muertas aunque respiren.  A ellas me dirijo hoy.

A vosotras.

A las mujeres que estáis sufriendo ese tormento y que sois madres. A vosotras, mujeres aterrorizadas víctimas del maltrato del hombre con el que una vez compartisteis la vida y mucho más. Mujeres rotas que os sostenéis en pie por vuestros hijos y para vuestros hijos.

A ti, sí, a ti. Porque aún estás viva. Porque tienes una hija que te necesita viva para poder hacer frente al mundo real. Porque te busca impaciente, con su mirada atónita, para resolver una realidad que aún no comprende.

Porque tu hija y tu hijo te observan, vibran contigo o desfallecen mientras van incorporando a su patrón de conducta el modelo de familia en el que conviven. Porque tu hija puede convertirse en carne de cañón, viviendo su propia agonía. Y ellos, tu hija, tu hijo, serán quienes prolonguen tu amargura en otras niñas, en otras jóvenes, en otras mujeres adultas. 

 

Resultat d'imatges de violencia de género adolescentes

No estás muerta / No / estás / muerta /«no estoy muerta-no-estoy-muerta-no-es-toy-muer-ta» Repítelo, porque cada bocanada de aire que te ofrece la vida para mantenerte el pulso y los abrazos que regalas a tus hijos no pueden resultar inútiles.

 

Resultat d'imatges de violencia de género adolescentes chistes El Roto

 

Es cierto, aún no estás muerta.

Aprender con la muerte

Madrugada del 2 de noviembre de 2016 (Día de los difuntos)

 

La noche de Ánimas, mi abuela Amparo solía contarme las historias de sus muertos. Lo hacía con tanta naturalidad que una de aquellas noches creo que vi a mi bisabuelo, su padre muerto más de cuarenta años antes.

Para mí, entonces, la muerte solo era un contratiempo. A escondidas de mi madre, de pequeña acompañaba a mi abuela al cementerio de Gandia para hurgar juntas en la memoria de sus muertos. Recuerdo que yo cruzaba con sumo cuidado de una tumba a otra buscando las fechas que ella tenía anotadas y los nombres completos de su memoria, entre cruces desvencijadas y túmulos minúsculos.

Ella, que era toda una señora de las de aquella época, no se permitía un requiebro en su conducta y mucho menos ante la mirada -casi siempre felina- de la sociedad a la que pertenecía; por eso, nuestras visitas se interrumpían durante los días en los que las familias acudían al cementerio para limpiar las lápidas y llenarlas de flores. Yo no lo entendía y paseaba de las manos de mis padres cada 1 de noviembre, con el abriguito que inauguraba el invierno, acumulando besos y pellizcos en las mejillas, por un cementerio muy diferente al que yo descubría con mi abuela el resto del año.

Por entonces, para mis padres la visita al cementerio era una obligación social que cumplían a regañadientes. Tampoco lo entendía, porque para mí aquel lugar -de la mano de mi abuela- contenía todo tipo de aventuras: las historias de personas valientes, matrimonios felices, matrimonios de conveniencia, adulterios perseguidos, enfermedades sin nombre, pérdidas irreemplazables, historias de amor inquebrantable, accidentes fortuitos, vidas centenarias, suicidios silenciados y algún que otro asesinato. Visitar a menudo lo prohibido: lo que entonces se conocía como el cementerio civil o protestante, abandonado a la suerte de sus tumbas secas, olvidadas y malditas, a causa de sus muertes innombrables y temibles.

Nada de todo eso formaba parte aún de la que por aquellos años era mi acolchada realidad, pero de alguna manera pude intuir que tarde o temprano la muerte y las vidas que arrebata también iban a ser mías.

A lo largo de los años, durante aquellas visitas con mi abuela, comprendí que paseamos entre nuestros muertos para insistir en la certeza de que seguimos vivos.

 

 

Resultat d'imatges de cementerio de Gandia

(Cementerio de Gandia, foto: Levante-emv)

 

Con el tiempo, mis padres dejaron de visitar el cementerio. Mi padre, porque nunca estuvo en sus planes morirse y le entristecía sobremanera aceptar lo inevitable. Mi madre, porque se rebeló contra una obligación social que detestaba y entendía que la muerte no era más que el viaje a ninguna parte en el que todo acaba. Ella sí que regresó, conmigo en alguna ocasión para enseñarle lo que mi abuela me había revelado de aquel remanso de paz y años más tarde, tras la muerte de mi padre, con mucha frecuencia en compañía de mis hermanas pequeñas.

Yo seguí visitando el cementerio asiduamente. Con mi abuela mientras vivió y sola después.

Aquellos paseos me permitían reconciliarme con la vida. Con mi vida de adolescente enfrentada con el mundo; con la muerte de Salva que, a mis 15 años, conquistó mi llegada al existencialismo y, que, naturalmente, abandoné años más tarde. Con mi vida de universitaria en permanente ebullición; con mis miedos reales y mis poquísimas certezas. Con mi vida adulta y mis contradicciones. Conmigo y con mis muertos.

Sigo haciéndolo. Nunca en la época en la que los cementerios se llenan de flores y de lamentos en público porque, como decía mi abuela, al Camposanto se va para hablar con los muertos y no para saludar a los vivos.

 

Cementerio Ramon Aupi Chimo Chamorro N 33 NOVIEMBRE

(Cementerio de Rocafort, foto: Ramón Aupí)

 

 

 

Lunes viejo

Lunes 8 de septiembre de 2014

 

Hoy es un lunes viejo, porque la pena envejece.

A Paco «el Ventilla» lo meció la muerte un domingo de mediados de agosto.

Sucedió como suceden las cosas que nos superan. Sin razón, para que nos volvamos locos buscando el motivo; sin tiempo, para no disponer ni siquiera de unos minutos robados a la esperanza; con brutalidad, para que quienes nos acompañan sufran aún más y con desdén, porque la vida es apenas lo que tenemos a mano y es la muerte la que la explica.

Desde aquel domingo 17 de agosto, a Paco la muerte lo mantenía abrazado a la vida en ese baile doloroso que a los vivos nos destruye por dentro y por fuera. Ese baile angustioso al que asistimos con el alma rota mientras nuestra cabeza ruega una y cien veces que pare esa música abominable.

El pasado jueves, la muerte dejó de jugar con él y su vida se soltó de aquel abrazo amargo. Cesó el baile de la agonía y comenzaba un fin de semana tristísimo porque la muerte arrasa con todo.

Paco, un andaluz de Córdoba (de la Ventilla), era un poeta. Un día me mostró su cuaderno de poesías y me pidió que las leyera. Hablando sobre algunas de ellas dedicadas a Pili, su mujer, y a la maternidad, se le saltaban las lágrimas.

Lo echo de menos desde que supe aquel primer lunes viejo, el 18 de agosto, que la muerte lo rondaba para sacarlo a su maldita pista de baile.

Él hubiera preferido que sonara esta música, la que le ponía la piel de gallina y le conmovía. La que sentía en el alma mientras marcaba el paso con orgullo portando el estandarte de la Agrupación Musical de Rocafort.

 

 

 

Cada vez que suene, el guiño que compartíamos al escucharla seguirá existiendo, Paco.

Para siempre, ¡va por ti!

Mi condolencia

 

Miércoles 14 de mayo de 2014

 

El asesinato a sangre fría de la presidenta de la Diputación de León,  Isabel Carrasco, a manos de una madre en colaboración con su hija, ha conmocionado la vida política española y la de los ciudadanos.

Las redes sociales, durante estas últimas 48 horas, hervían con comentarios despreciables en muchos casos que aprovechaban indecentemente  la tragedia para sus objetivos particulares.

Un asesinato ni tiene calificativo para expresar su deleznable objetivo ni existe justificación alguna con la que puede defenderse. Jamás.

Un asesinato es una pena de muerte; y nadie, absolutamente nadie, puede atribuirse la potestad de decidir quién vive y por qué o quien muere y por qué. Ni siquiera los Tribunales de Justicia.

La angustia que están viviendo  familiares, amigos, vecinos, compañeros de su partido y de otros diferentes con los que compartió su vida política, ha de ser terrible.

No hay consuelo posible ante la muerte; pero cuando ésta acude arrastrada por la ignominia de un asesinato nos deja absolutamente huérfanos de la fuerza que necesitamos para asumirla y salir adelante.

A todas esa personas que están sufriendo ese dolor insoportable quiero ofrecerles mi condolencia y mi cariño.

A quienes pretenden aprovechar un acto tan repugnante como éste para conseguir el crédito que nunca tuvieron, todo mi desprecio.

 

Querida Clara:

Jueves 23 de febrero de 2014

Hoy ha lucido un sol espléndido, sin embargo tu habitación es aún más oscura. Ya no hay viajes de ida y vuelta para aliviar tu dolor terrible.

No estábamos todos, pero todos los que estábamos hemos acudido enlazados por el mismo nudo: en la garganta, en el estómago, en el pecho, en el alma… Incluso hemos sentido a quienes no han podido estar porque el nudo era inmenso, Clara; excedía los límites de la sala que -abarrotada- obligaba a fundir los sentimientos en un único suspiro, en una única lágrima brillante  y decidida a abrirse camino entre tanta tristeza. Como si quisiera limpiarla, como si pretendiera disiparla. Como Floreal hubiera querido.

Sonaba la Rapsodia húngara núm. 2 de Listz que, José Luís, su hijo mayor , eligió porque era la pieza favorita de Floreal.

Un  precioso silencio para reconocernos, mirarnos a los ojos y buscar en los otros esos recuerdos que nos unían. Por eso ha crecido una nube sobre nosotros, Clara, una nube tierna y esponjosa, húmeda y blanca donde han ido a parar nuestras evocaciones, sus paseos, sus saludos, su risa, su humor, su amabilidad, su bondad, su humildad…

Ha entrado el féretro, Clara, había unas flores que recordaban su militancia y he colocado la pequeña fotografía que me regaló hace tiempo. Un par de Policías han custodiado la sencilla caja como merece quien ha sido alcalde de nuestro pueblo. Allí estaba su cuerpo enfermo y abatido.  Era solo su cuerpo, Clara.

En las primeras filas, vuestras familias. Sus hijos, su hermano, tus hijas, tus nietos… rotos de dolor, hundidos en la pena.

Un poco más allá, el mundo entero, Clara. El mundo de Floreal: sus amigos, sus compañeros, sus vecinos, la gente, la bendita gente corriente que él tanto amaba y por la que tanto trabajó. Una hermosa diversidad de gente de la que él se sentía orgulloso.

Clara, he sumado las palabras de quienes tanto le queríamos y le respetábamos; he reunido una parte de sus recuerdos y he construido un texto para intentar describir lo que sentíamos. Creo que era justo explicar ese nudo tristísimo que alojábamos todos en la garganta, en el estómago, en el pecho, en el alma…

Hui acomiadem al nostre veí, al nostre amic, al nostre company i a qui va ser el nostre alcalde durant més de 5 anys.

Ahir de bon de dematí, Floreal -el fill d’Amparo «la bona» i de Carmelet «el coixet»– se’n va anar per a sempre.

El seu cor cansat i malalt va dir prou, i l’amic Floreal va contestar que bé, que avant… Que aixó tampoc ho anava a discutir després de massa temps lluitant contra ell, contra un cor que l’impedia de fer la seua i com ell volia.

I la gent de Rocafort, del seu poble, ens hem quedat orfes de la figura de l’home que tant hem estimat. De la seua saviessa, dels seus consells, de la seua humanitat i de la seua humilitat.

Esta sala plena demostra que potser pocs com Floreal descansen en Pau. En pau amb ell mateix, en pau amb la seua família, en pau amb la seua Clareta, amb els amics, amb els companys, amb la gent del carrer que sempre trobaren en ell a l’home bó que se’ls escoltava, que els animava, els abraçava o simplement els agraïa amb la mirada tot el què li reconeixien.

Floreal era «en el buen sentido de la palabra, bueno…»  I ell mateix ho haguera pogut dir com ho va fer el poeta sense que aixó escandalitzarà ningú.

La seua figura seguirà entre nosaltres perquè ningú haríem d’oblidar tot el que ha fet pel seu poble. Aconseguir la construcció del col.legi, transformar les veus dels pares i les mares dels alumnes en una organització pels seu drets i la seua participació en l’escola; i ja com alcalde, com a primer alcalde socialista del poble, treballar de valent perquè tinguerem un centre de salut, un poliesportiu en condicions, una Llar per als Jubilats ben digna, el disseny urbanístic ordenat de Rocafort, o recuperar per al poble l’Antic Convent dels Agustins, entre altres.

I no només aixó, sinó la seua immensa capacitat d’estimar i d’entrendre a la gent i de demostrar.ho des dels movimemts socials i l’activitat honesta i honrada de la Política.

No conec a ningú que no recorde els anys de de l’alcaldia de Floreal amb carinyo i amb molt de respecte; el mateix que dedicà a totes les persones del poble, viviren on viviren i pensaren el que pensaren.

Perquè la lliberta va ser per a Floreal la seua bandera i el respecte a l’èsser humà un dels principios més valuosos que sempre defengué.

Vaig tenir l’honor de treballar amb Floreal ( i ací estan ara les peresones que compartirem amb ell aquell temps: Paco Soler, Voro Bargues, Pilar Núñez i Pepe Béjar), vaig tenir l’honor de riure’m amb ell, d’apendre d’ell -fins i tot a jugar un poc millor al «truc», tot i que mai arribaré a fer-ho com ell o com el «professor» Ricardo Pérez, com ell el nomenava- vaig tenir l’honor de estimar-me’l per la seua integritat, la seua manera tant valenta d’encarar els problemes i resoldre’ls.

Com a veïna, com a ciutadana, com a compaya seua i com alcaldessa, hui plore amb tots vosaltres la pèrdua de l’amic Floreal Silvestre.

La pèrdua d’aquell xiquet de 14 anys que en pujar-se per primera volta a un escenari -que era una teulà- quan el poble organitzà una festa per tal de poder ajudar la seua família després de l’incendi de sa casa, li tremolaven les cames i només pugué dir: Gràcies!

La paraula màgica de Floreal: Gràcies. Sempre agraït als demés, sempre amb la mirada agraïda al desmés…

I hui és hora de què els demés, tots nosaltres, li diguem a Floreal que no; que gràcies a ell, que gràcies per convertir la seua aventura de vida en la felicitat que sigut capaç de donar-nos; que gràcies per compartir amb nosaltres els seus somnis i els seus fets.

Gràcies, Floreal Silvestre, ara ja pots torna a pujar amb aquell tricicle de ferro fet pols amunt i avall per carrer del Pí, te’n pujaràs a les teulades i seguiràs defenent la teua bandera de llibertat.

Mai sabrem si els teus toranaran alguna volta, vell anarquista i llibertari, però si aixó passa tú has estat al costat de qui també és el esperem.

Gràcies, amic, gràcies Floreal!

Abandonamos la sala envueltos en aquella nube de ternura que entre todos habíamos lanzado al aire.

Casi estoy por asegurarte que ví a Floreal divirtiéndose en ella.

Un beso, tesoro!

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