Jueves, 24 de marzo de 2016
Hay emociones indescriptibles que vivimos pasivamente porque la Razón no sabe explicarlas.
A mí también me pasa. A todos nos pasa. No importa lo que creemos o lo que no creemos. No reunimos la fuerza suficiente para evitar que ocurra. Tampoco queremos hacerlo. Sucede y ya está.
Cada vez que escucho Caridad del Guadalquivir de Paco Lola, se me arremolinan emociones irresistibles: se llama pasión.
La escuché por primera vez hace años aquí, en Rocafort, durante el recorrido de una procesión e interpretada por la Banda de la Agrupación Musical. Cuando terminó, giré la cabeza porque aquella pieza de música me había provocado una emoción inexplicable y quería agradecérselo a la Banda. Me encontré con la amplia sonrisa de Paco «el Ventilla», la misma que le brotaba cuando Andalucía y los andaluces -como él- se empoderan.
Hoy es Jueves Santo y no importa en qué creemos o en qué no creemos. No importa por qué sí o por qué no. Importa saber que las emociones son rescoldos de los sentimientos, de los pasados y de los presentes.
Y sí, me emociono y lo disfruto porque eso también forma parte de mí.