Viernes 26 de mayo de 2017.
Hay quienes atribuyen a Podemos un buen gesto por ofrecerle al PSOE retirar su moción de censura, si los socialistas presentan una propia.
Pero vayamos por partes y conjuguemos correctamente los tiempos y el modo.
Podemos anunció que presentaría una moción de censura el viernes 28 de abril, una vez iniciado el proceso de primarias del PSOE; un proceso cuyo calendario era público y del que se conocían los plazos y las fechas de cada uno de los procedimientos, y que no finalizará hasta el domingo 19 de junio. Todo eso ya lo sabía Iglesias, cuando hizo el anuncio.
En aquella rueda de prensa en la que hizo pública su intención, señaló que se pondrían en contacto con el resto de fuerzas de la oposición del Congreso para elaborarla (se necesitan 176 votos), señalar un candidato a la presidencia del Gobierno y acordar un programa de gobierno.
(Fuente: La Sexta. 28 de abril de 2017)
Podemos sabía entonces que el PSOE, en medio de un proceso interno de mucha envergadura que estaba confrontando por primera vez en décadas dos proyectos bien diferenciados de organización interna, de planteamiento político y estratégico, -sabía, digo- que el PSOE no podía entrar en disquisiciones tácticas, que al fin y al cabo era el objetivo que pretendía Podemos con esa moción de censura.
[¿Podemos hubiera entrado a valorar la presentación de una moción de censura durante su proceso interno de Vistalegre II, entre diciembre y febrero?]
El viernes 19 de mayo, cuarenta y ocho horas antes de las votaciones de las primarias socialistas, Podemos registró en el Congreso su moción de censura firmada por treinta y siete diputados (de los 176 que se necesitan), sin exponer su programa de gobierno –como es preceptivo- y proponiendo a Pablo Iglesias como presidente del Gobierno. Además, convocó para el día siguiente –víspera de las primarias socialistas– una manifestación en Madrid que respaldara esa moción de censura.
El domingo 21 de mayo, Pedro Sánchez es elegido secretario general federal del PSOE. Esa misma noche, tras conocer el resultado, el portavoz del grupo parlamentario socialista, Antonio Herrando, dimite.
Aún no había transcurridas 24 horas, y la misma mañana del lunes 22 de mayo, Pablo Iglesias anuncia su ofrecimiento a Pedro Sánchez de retirar su moción de censura, si los socialistas presentan la suya propia.
Iglesias sabe que el secretario general federal del PSOE aún ha de ser ratificado en el congreso que se celebrará entre el 16 y el 19 de junio. Sabe que la gestora federal está en funciones –sin ninguna atribución salvo las puramente administrativas- hasta que finalice el proceso congresual.
Sabe, y eso hay que tenerlo muy en cuenta, que una vez registrada la moción de censura –cosa que hizo el 19 de mayo- los tiempos legales comienzan a correr y que, por lo tanto, esa moción será debatida en el Congreso antes de que Pedro Sánchez y la nueva dirección federal sean ratificadas y antes de que se vote una nueva dirección en el grupo parlamentario socialista.
Y también sabe, y que a nadie se le olvide porque es francamente importante, que los diputados solo pueden firmar una moción en cada legislatura. Sí, solo una.
¿De verdad este era el mejor momento para presentarla?
Si observamos cómo han ido sucediendo las cosas y las analizamos con tranquilidad, no parece que la intención de esa moción de censura sea la que debería ser; por eso tampoco considero un buen gesto el ofrecimiento que le hace ahora Iglesias a Sánchez.
Esos son los gestos de Iglesias, su tacticismo…
(Fuente: RTVE. 23 de enero de 2016)