19 de febrero de 2009, jueves

Dijo el conseller de Gobernación, Serafín Castellano, «que la ética es el cumplimiento de las leyes y que cada cual saque sus conclusiones».

Lo afirmó minutos después de declarar que, efectivamente, durante los 10 años que lleva de conseller -primero de Sanidad, después de Justicia, y ahora de Gobernación- la empresa de un gran amigo suyo ha salido beneficiada en diversas actuaciones que él mismo aprobó y concedió.

El hombre no le ve ningún inconveniente al asunto; la Ley establece que los contratos menores pueden ser adjudicados sin necesidad de que concurran otras empresas.

¿El conseller ha cumplido la Ley?, sí.

¿Ha actuado éticamente?, no.

¿La ética equivale al cumplimiento estricto de la Ley?, no

La sorprendente frase del conseller me recordó lo que tantas veces repite mi alcalde: lo que la Ley no dice, no existe; y puedo hacer lo que quiera.

Se deduce pues, que la ética de ambos limita únicamente con las prohibiciones estrictas que la Ley establece.

O lo que es lo mismo: o la Ley regula los desórdenes individuales de las  personas que han aceptado desempeñar un cargo público, o  la ciudadanía está condenada a sufrir la  pobrísima ética que algunos mantienen en su comportamiento social, humano y político.

¡Bárbaro, eh!

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