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Blog de Amparo Sampedro Alemany

ESCRIBIR PARA PENSAR

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Los apuntes de cualquiera

El rey sí tiene quien le escriba

Miércoles 4 de octubre de 2017

No sé si todos sabemos que las líneas fundamentales de los discursos del rey son las que determina el Gobierno de España. Este gobierno o cualquier otro. Tanto el de anoche, como los que lee en sus visitas oficiales y en cualquiera de sus intervenciones institucionales.

Se dice, se cuenta y se sabe, que el actual jefe del Estado estudia y analiza con detenimiento los papeles que le escriben y que es frecuente que introduzca alguna aportación propia. Eso sí: sin modificar las líneas fundamentales que ha marcado el Gobierno.

Su comparecencia estaba siendo reclamada desde diversas tribunas públicas, a causa de la situación extraordinariamente delicada en la que nos encontramos.

Hubiera podido dirigirse a todos los ciudadanos sin exclusión, es decir, también a los catalanes independentistas, y poner el énfasis en la urgente necesidad de que todos, absolutamente todos, nos esforcemos en el diálogo, la conciliación y la negociación. Y hubiera podido brindarse a ejercer el papel que le asigna la Constitución, que es el del arbitraje en la cuestiones de Estado.

No lo hizo.

Las líneas fundamentales de su discurso estaban calculadas milimétricamente, de manera que no entorpecieran la hoja de ruta diseñada por el Gobierno de España desde hace tiempo, y por el PP desde 2006, en este asunto. No solo que no la entorpecieran, sino que la ratificaran y la legitimaran.

Hubiera bastado introducir un guiño a la fraternidad, un gesto para la concordia y un par de palabras de aliento para aliviar las heridas -¡tantas heridas!- en el cuerpo y en el alma.

Y no lo hizo.

Se jugó mucho el jefe del Estado anoche; demasiado, en mi opinión. Pero eso sí fue una decisión suya. Incluida la escenografía, con un retrato de Carlos III en el tiro de cámara  -el rey que prohibió el uso del catalán en 1768-, sosteniendo en su mano derecha lo que fácilmente podía confundirse con una porra.

 

Resultat d'imatges de Carlos III uso del catalán

 

Su discurso añadió más dolor al que ya existe y más tristeza si cabe, porque ha cundido la desesperanza.

No hay dudas sobre quién le escribió su discurso de ayer y con qué propósito. Ni tampoco las hay sobre otras muchas cosas.

(Una pena que esta vez no tuviera tiempo de estudiarlo y analizarlo previamente. ¿O sí lo hizo?)

 

Sí, están locos estos romanos…

Domingo 1 de octubre de 2017

Hace varios días me propuse escribir sobre la Diada de Catalunya. La viví personalmente por primera vez este año. Aproveché una cita familiar la víspera en Barcelona y callejeé durante horas en la jornada de l’11 de Setembre. Sin prejuicios.

Desde entonces, sin embargo, han pasado demasiadas cosas y la (des)información circula atropelladamente.

De aquel lunes 11 de septiembre guardo la imagen de una Barcelona cordial, amable, familiar, cívica y festiva. Una ciudad orgullosa de sí misma y audaz, elegante y culta. Plural. Bellísima. Barcelona. 

Resultat d'imatges de imágenes de la Diada

(fuente: ElPais.cat)

De los días que siguieron, hasta hoy mismo y los que vendrán a partir de mañana, guardaré los gestos y los textos de quienes han dictado sentencias injustas contra las personas que viven en Catalunya: contra todas.

Porque todas ellas -defiendan lo que defiendan y lo hagan en la lengua en que lo hagan- son las víctimas propiciatorias de lo que en este 1 de Octubre de 2017 está sucediendo.

Nunca imaginé que vería imágenes como las que hoy retransmiten en directo todas las TV; ni que cabeceras internacionales destacarían en sus portadas digitales la inadmisible violencia policial.

Agentes antidisturbios de la Policía Nacional forman un cordón de seguridad en los alrededores del colegio Ramón Llull de Barcelona.

(fuente: InfoLibre)

 

(fuente: EFE)

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(fuente: VozPópuli)

 

Seguí con enorme interés las sesiones del Parlament que se desarrollaron los días 6 y 7 de septiembre; y me indignó la actuación del Govern, de la presidenta y de la mayoría de los integrantes de la Mesa.

Mientras estuve en Barcelona, hablé con personas partidarias de la independencia que se mostraron decepcionadas y enfadadas con lo que había ocurrido aquellos días en el Parlament. También con otras no independentistas que defendían la celebración de un referéndum y que, igual que las anteriores, manifestaban su enfado por el modo en que se habían conducido los hechos en el Parlament.

Es cierto que bajo un punto de vista jurídico y reglamentario, aquellos hechos no tuvieron justificación alguna.

Sin embargo, me sorprende la determinación que se ha desarrollado para concebir y analizar el conflicto de Catalunya como un asunto estrictamente jurídico, mientras el propio Estado de Derecho permite un análisis más amplio, más profundo y ciertamente más útil.

Judicializar un asunto tan delicado por sus dimensiones políticas como éste, es el modo de aplicar que «la mejor defensa es un ataque». Una afirmación que suspende por la vía inmediata cualquier intención de corregir el fondo y la forma de lo que debe resolverse a través de los mecanismos democráticos que también ofrece vivir en un Estado de Derecho.

Por eso, la vergüenza que acumulamos quienes pensamos que el Estado de Derecho no es ni el empleo de la fuerza policial para suplir la incompetencia política -en el mejor de los casos- ni la intolerable indolencia como táctica para el cálculo electoralista, en cualquier caso; esa vergüenza -digo- no debemos esconderla. Ni tampoco regodearnos en ella para posicionarnos evitando un debate serio que permita escuchar, hablar, reflexionar y decidir.

Llegados a este punto, a los políticos que han optado desde hace años por la insoportable desidia calculada, ni una línea más a su favor. A los que han construido un «caballo de Troya» para esconderse en su panza y atacar desde dentro de su propio territorio, ni un halago más.

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Llevo días escuchando que ni el presidente Puigdemont ni el vicepresidente Junqueras son interlocutores válidos a partir del 2 de octubre. Pero aún son pocos los que señalan que el presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, también ha quedado inhabilitado políticamente; no solo por su actuación displicente durante estos días, sino por su participación vergonzosa como máximo responsable del PP en la gestación de este tremendo conflicto que se arrastra desde hace años y que hoy vuelve a ser explícito en las calles de Catalunya.

(«Joder, qué tropa»)

 

 

 

 

Pérez Royo, catedrático de Derecho Consitucional

Joaquim Bosch, magistrado

Jesús Maraña, periodista y director de InfoLibre

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Renovación: ¿susto o muerte?

Viernes, 16 de junio de 2017.

 

Que sean los alcaldes jóvenes quienes hayan de sostener la nueva estructura orgánica del PSPV-PSOE, como informó el jueves 8 de junio el diario Levante-emv, es un error y no es nuevo; lo arrastramos desde hace años. Sin embargo, precisamente ahora, insistir en el concepto equivocado de que la organización es el correlato de las instituciones que se gobiernan, resulta aún más desalentador.

Si además añadimos como elemento fundamental de esa pretendida renovación el rejuvenecimiento de caras, es que realmente seguimos perdidos.

No se trata tanto de bajar la media de edad como de superar la Edad Media.  O sea, que centrémonos en abandonar los viejos usos y costumbres, en desterrar el «cambio de cromos», la ostentación del número de «adhesiones inquebrantables» (tantos delegados tengo y estos son mis «poderes») y las presiones cuantitativas.

La renovación, la que los militantes exigen y los electores esperan, requiere tiempo, análisis, reflexión y voluntad. Por parte de todos.

Podremos bajar la media de edad con un proyecto real y participado para que se sumen con ganas, con ideas y con trabajo, las personas jóvenes; tantas como quieran, sean o no alcaldes. Pero nos mantendremos en la Edad Media, si la intención es incorporar a jóvenes por el mero hecho de serlo y «tutelarlos» para que prorroguen los vicios más detestables, los copien y los amplíen. ¡Vamos, al estilo de Miguel Ángel Heredia @maherediadiaz !

Convertir a nuestros alcaldes y alcaldesas jóvenes en los nuevos referentes orgánicos, no garantiza que la organización vaya a mejorar necesariamente. ¿Alguien ha pensado en el tiempo que hay que invertir al frente de una alcaldía?
Se trata del discurso, del contenido político, de la estrategia y de las formas que, sin ningún género de dudas, también son el fondo de la cuestión.

Nuestros alcaldes y alcaldesas (jóvenes o no) han de ser nuestros referentes políticos en la acción municipal, en la administración local y en la pública en general.  

En nuestra organización hay alcaldes y alcaldesas extraordinarios, que han logrado cambios espectaculares en sus municipios y que han puesto en marcha interesantes proyectos a pesar de todas las dificultades que tienen.

La trayectoria de la mayoría de los que hoy están en la palestra de los medios de comunicación, es excelente. Sin ninguna duda. Pero no desvistamos un santo para vestir otro, porque además contamos con voces y cabezas excepcionales no solo al frente de las instituciones locales sino también fuera de ellas.

La bicefalia no es un «contrapoder». No, no es eso. Porque si realmente se trata de eso, quienes apuestan por ese modo de entenderla están defendiendo exactamente lo mismo que ocurre ahora pero en dos campos de batalla diferentes, uno el ámbito orgánico y el otro el institucional; lo que supondría una guerra aún más dura y desde luego estéril.

Es posible y es necesario caminar hacia la bicefalia, para que la acción política orgánica determine la institucional; pero no nos volvamos locos a la primera de cambio: ni para aprovechar la ocasión y situar peones ni para anunciar «jaque mate».

Empecemos por las estructuras locales y las comarcales y detengámonos en ellas para construir desde abajo. Fortalezcamos los cimientos, aprendamos a distinguir el ayuntamiento de la ejecutiva municipal y de la vida orgánica local. Acostumbrémonos a reuniones convocadas por las direcciones locales en las que participen los alcaldes y los concejales para rendir cuentas, explicar y escuchar.

Avancemos en el mismo sentido, en el ámbito comarcal. Convirtamos los comités comarcales en lo que realmente han de ser; no en espacios aburridos en los que nada ocurre y lo que ocurre, cuando ocurre, mejor olvidarlo; sino en el foro de las agrupaciones y de las direcciones municipales para acordar políticas comarcales, para consensuar soluciones que afectan a la comarca, para unificar criterios de actuación, y para disolver cualquier intención de hacer políticas municipales «de campanario».

Avanzaremos aún más, si las estructuras orgánicas superiores del PSPV-PSOE distinguen entre las alcaldías y las direcciones municipales y comarcales. Cuando convoquen reuniones orgánicas citando a los cargos orgánicos y no a los cargos institucionales municipales, confundiendo ambos ámbitos. Cuando comprendan que las 11 de la mañana o las 5 de la tarde no son horas a las que puedan asistir, porque tienen que cumplir con sus jornadas laborales. Cuando caigan en la cuenta de que, en el caso de tener que citar a los alcaldes y portavoces por la razón que sea, la inmensa mayoría de ellos no están liberados en sus ayuntamientos.

¡Fijaos si tenemos trabajo que hacer todavía! ¡Fijaos en todo lo que hemos de cambiar y en lo que nos queda por aprender!

No desaprovechemos una ocasión excelente como ésta para avanzar, para renovar y para cambiar. Pero de verdad. Desde abajo: las agrupaciones y direcciones locales y las direcciones y órganos comarcales, primero. 

Hace falta tiempo, mucho tiempo. No va ser fácil, ¡claro que no!; pero estamos obligados a intentarlo y a poner mucha voluntad para conseguirlo.

De lo contrario, no nos quedará otra que preguntarnos: ¿susto o muerte? Y, la verdad, para ese viaje no hacían falta alforjas.

 

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Mileniales, ¿sí y qué, @antonio_navalon?

Jueves 15 de junio de 2017.

 

Hace un par de días, el periodista Antonio Navalón (@antonio_navalon) escribió un artículo de opinión sorprendente en el diario El País. Lo tituló «Millennials: dueños de la nada»

Las generaciones millennials o mejor, mileniales -en castellano-, son aquellas nacidas a finales del milenio anterior y que hoy no superan los 35 años.

 

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O sea, los jóvenes de siempre. Los que fuimos, los que son y los que serán.

Navalón, igual que yo, nació en la década de los 50 del siglo pasado y, como es natural y muy oportuno, a su alrededor hay mileniales; de lo que ya no estoy tan segura es de que conviva con esas generaciones y de que se haya permitido conocerlas.

La dureza innecesaria de su artículo y muy especialmente, el desprecio que destila, me impresionó. Seguramente porque vivo y convivo con mileniales cuyos errores y éxitos no solo me interesan sino que me atañen.

Una actitud excluyente como la suya me impresiona, sí: por la vejez aburridísima en la que se ha instalado.

 

 

 

 

Cambiar el PSOE para que vuelva a ser el PSOE

Viernes 2 de junio de 2017.

 

Es una buena idea que los secretarios generales autonómicos no formen parte de la próxima ejecutiva federal del PSOE.

Podría ser la manera de empezar a educar en la distinción entre las funciones de los cargos orgánicos y las de los cargos institucionales.

La gran mayoría de los secretarios generales territoriales son también presidentes o altos cargos en los gobiernos autonómicos, y eso no es garantía de casi nada que merezca la pena mantener.

La labor de un presidente o de un alto cargo autonómico es muy compleja y requiere una dedicación absoluta; y la de un secretario general territorial es igualmente absorbente y difícil. Conjugar ambas siempre me ha parecido un esfuerzo titánico e innecesario que, además, aleja paulatinamente de la realidad a quien lo desarrolla. Muy especialmente, de la realidad en la que se mueve la militancia.

No pongo en duda en absoluto las capacidades de quienes ejercen ambas responsabilidades; al contrario, ellas y ellos son dignos de admiración. Pero no se trata ahora de valorar el talento y la competencia personales para gobernar para todos los ciudadanos y, al mismo tiempo, a la militancia; se trata, precisamente, de separar esos dos planos para que el segundo -el orgánico- pueda mejorar, ampliar y fortalecer al primero, el institucional. Y no a la inversa.

El ámbito institucional se ha engullido al ámbito orgánico; y eso obedece a una mecánica pocas veces cuestionada.

 

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(Fuente: Forges)

 

El poder de las instituciones -entendido «poder» en el sentido positivo del término- se mueve en un espacio cuyas herramientas procuran un conocimiento de la realidad ajustado a unas circunstancias pasadas que configuran el presente; ese conocimiento es el que permite encajar en los amplios límites del medio y del largo plazo las [circunstancias] que podrán diseñar el futuro inmediato y el siguiente. Modificar o no todo eso, tomar una decisión o su contraria es la acción política institucional.

Sin embargo, para lograr una acción política institucional eficaz, positiva y claramente transformadora, el movimiento orgánico debe incidir en ella e incluso condicionarla.

El poder orgánico -seguimos entendiendo el sentido positivo del término «poder»– se nutre del caudal de información que la militancia puede aportar con experiencias elocuentes y próximas a lo cotidiano, y con aspiraciones colectivas exploradas en diversos ámbitos de la vida comunitaria y acogidas con éxito.

Elaborar estrategias para mejorar lo ordinario transformándolo en actuaciones valiosas para el bienestar y el interés general, ha de ser la acción política orgánica.

Por tanto, para que exista esa necesaria transmisión de estrategias que la vida orgánica ha de proponer, estudiar, analizar y resolver, es imprescindible disolver la confusión entre un poder y otro. Hay que deslindar el plano institucional del orgánico con el objetivo de recuperar el fundamento de las instituciones y restablecer su potente carga política que no es sino el modo que tiene la sociedad y, en este caso, la militancia, para ejercer su autoridad política.

El PSOE ha iniciado un interesante debate orgánico que podría llevarnos a aproximarnos a ese camino.

Que nadie suponga que estoy despreciando la valiosa experiencia que acumulan quienes ejercen altas responsabilidades institucionales; su relevante punto de vista debe ser tomado en consideración siempre porque son quienes mejor conocen el impacto de la acción política de la organización en la sociedad que gobiernan.

El PSOE ha de volver a ser un partido fuerte, con un discurso político de contenido potente e identificable; próximo a las personas y capaz de extender y tonificar la ciudadanía.

Y este apasionante capítulo hemos de escribirlo y re-escribirlo tantas veces como sea necesario para que resulte útil. Lo hemos de firmar juntos, así que manos a la obra y que cada uno utilice su propio teclado: la militancia el suyo y el poder institucional el que le ofrece la sociedad en la que vivimos todos y la ciudadanía que queremos ejercer.

 

 

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