Viernes, 16 de junio de 2017.
Que sean los alcaldes jóvenes quienes hayan de sostener la nueva estructura orgánica del PSPV-PSOE, como informó el jueves 8 de junio el diario Levante-emv, es un error y no es nuevo; lo arrastramos desde hace años. Sin embargo, precisamente ahora, insistir en el concepto equivocado de que la organización es el correlato de las instituciones que se gobiernan, resulta aún más desalentador.
Si además añadimos como elemento fundamental de esa pretendida renovación el rejuvenecimiento de caras, es que realmente seguimos perdidos.
No se trata tanto de bajar la media de edad como de superar la Edad Media. O sea, que centrémonos en abandonar los viejos usos y costumbres, en desterrar el «cambio de cromos», la ostentación del número de «adhesiones inquebrantables» (tantos delegados tengo y estos son mis «poderes») y las presiones cuantitativas.
La renovación, la que los militantes exigen y los electores esperan, requiere tiempo, análisis, reflexión y voluntad. Por parte de todos.
Podremos bajar la media de edad con un proyecto real y participado para que se sumen con ganas, con ideas y con trabajo, las personas jóvenes; tantas como quieran, sean o no alcaldes. Pero nos mantendremos en la Edad Media, si la intención es incorporar a jóvenes por el mero hecho de serlo y «tutelarlos» para que prorroguen los vicios más detestables, los copien y los amplíen. ¡Vamos, al estilo de Miguel Ángel Heredia @maherediadiaz !
Convertir a nuestros alcaldes y alcaldesas jóvenes en los nuevos referentes orgánicos, no garantiza que la organización vaya a mejorar necesariamente. ¿Alguien ha pensado en el tiempo que hay que invertir al frente de una alcaldía?
Se trata del discurso, del contenido político, de la estrategia y de las formas que, sin ningún género de dudas, también son el fondo de la cuestión.
Nuestros alcaldes y alcaldesas (jóvenes o no) han de ser nuestros referentes políticos en la acción municipal, en la administración local y en la pública en general.
En nuestra organización hay alcaldes y alcaldesas extraordinarios, que han logrado cambios espectaculares en sus municipios y que han puesto en marcha interesantes proyectos a pesar de todas las dificultades que tienen.
La trayectoria de la mayoría de los que hoy están en la palestra de los medios de comunicación, es excelente. Sin ninguna duda. Pero no desvistamos un santo para vestir otro, porque además contamos con voces y cabezas excepcionales no solo al frente de las instituciones locales sino también fuera de ellas.
La bicefalia no es un «contrapoder». No, no es eso. Porque si realmente se trata de eso, quienes apuestan por ese modo de entenderla están defendiendo exactamente lo mismo que ocurre ahora pero en dos campos de batalla diferentes, uno el ámbito orgánico y el otro el institucional; lo que supondría una guerra aún más dura y desde luego estéril.
Es posible y es necesario caminar hacia la bicefalia, para que la acción política orgánica determine la institucional; pero no nos volvamos locos a la primera de cambio: ni para aprovechar la ocasión y situar peones ni para anunciar «jaque mate».
Empecemos por las estructuras locales y las comarcales y detengámonos en ellas para construir desde abajo. Fortalezcamos los cimientos, aprendamos a distinguir el ayuntamiento de la ejecutiva municipal y de la vida orgánica local. Acostumbrémonos a reuniones convocadas por las direcciones locales en las que participen los alcaldes y los concejales para rendir cuentas, explicar y escuchar.
Avancemos en el mismo sentido, en el ámbito comarcal. Convirtamos los comités comarcales en lo que realmente han de ser; no en espacios aburridos en los que nada ocurre y lo que ocurre, cuando ocurre, mejor olvidarlo; sino en el foro de las agrupaciones y de las direcciones municipales para acordar políticas comarcales, para consensuar soluciones que afectan a la comarca, para unificar criterios de actuación, y para disolver cualquier intención de hacer políticas municipales «de campanario».
Avanzaremos aún más, si las estructuras orgánicas superiores del PSPV-PSOE distinguen entre las alcaldías y las direcciones municipales y comarcales. Cuando convoquen reuniones orgánicas citando a los cargos orgánicos y no a los cargos institucionales municipales, confundiendo ambos ámbitos. Cuando comprendan que las 11 de la mañana o las 5 de la tarde no son horas a las que puedan asistir, porque tienen que cumplir con sus jornadas laborales. Cuando caigan en la cuenta de que, en el caso de tener que citar a los alcaldes y portavoces por la razón que sea, la inmensa mayoría de ellos no están liberados en sus ayuntamientos.
¡Fijaos si tenemos trabajo que hacer todavía! ¡Fijaos en todo lo que hemos de cambiar y en lo que nos queda por aprender!
No desaprovechemos una ocasión excelente como ésta para avanzar, para renovar y para cambiar. Pero de verdad. Desde abajo: las agrupaciones y direcciones locales y las direcciones y órganos comarcales, primero.
Hace falta tiempo, mucho tiempo. No va ser fácil, ¡claro que no!; pero estamos obligados a intentarlo y a poner mucha voluntad para conseguirlo.
De lo contrario, no nos quedará otra que preguntarnos: ¿susto o muerte? Y, la verdad, para ese viaje no hacían falta alforjas.
