18 de abril de 2019
La inmensa mayoría de nosotros no disponemos de herramientas suficientes para desentrañar las encuestas ni para analizarlas, y aún menos para alcanzar conclusiones razonadas. Escuchamos la radio, nos movemos en las redes sociales, leemos periódicos y vemos los informativos de las televisiones; pero eso tampoco ayuda.
Consumir información no es lo mismo que estar informado. Y, en general, somos una sociedad que consume información a raudales y, sin embargo, sigue resistiéndose a estar bien informada porque supone un esfuerzo.
Por eso, es difícil no sucumbir ante la caterva de opinadores y periodistas entrenada para «colocar» el mensaje que más audiencia convoca.

Algunas encuestas (como la del CIS de hace un par de semanas) suscitan miles de tuits, muchos artículos de opinión, todas las portadas, y abren los sumarios en radios y televisiones. Todo listo para engullir.
Sin embargo, un porcentaje muy pequeño de esa información suministrada para el consumo destacó un detalle muy preocupante de esa misma encuesta: un 41% del electorado sigue indeciso.
Si ese hubiera sido el titular de todos los medios (porque en realidad esa era la noticia), y esos mismos medios hubieran dedicado su esfuerzo a analizar los parámetros en los que se mueve esa indecisión y a explicarla, nos sería mucho más fácil comprender qué está ocurriendo.
Salvo las honrosas excepciones de algunos medios digitales y de algunas TV públicas, el resto ha colocado el titular que más ha convenido a los intereses de su grupo de comunicación; que es lo mismo que decir, a los intereses de cada una de las audiencias que tienen bajo control (previo reparto). De ese modo, es posible mover, condicionar e incluso alterar el sentir de la mayoría de los públicos.
En fin, que no confío en las encuestas que me sirven en bandeja la inmensa mayoría de los medios de comunicación.
Las personas de izquierdas, progresistas, que exploran discursos y programas para encontrar la frase discutible que les permita quedarse en casa el próximo domingo sin que su conciencia se resienta, esas personas, son las que deciden. Pueden seguir dando lecciones de purismo ideológico y demostrar que, en realidad, no han entendido nada de lo que está sucediendo; o, por el contrario, pueden arrimar el hombro, pisar la realidad y, de paso, contribuir a que la derecha más extrema no vuelva a poner sus zarpas sobre nuestras vidas.
Votar es un derecho: ¿por qué no lo recuperas?