Lunes 15 de mayo. 2023. Campaña electoral de las municipales y autonómicas. A doce días del #28M

La pasada semana, el presidente del gobierno fue recibido por el presidente de los EEUU. El viaje respondía a una invitación del presidente Biden al presidente del gobierno de España, para tratar asuntos de carácter bilateral.

Fue una visita oficial, no una visita de Estado.
Tanto unas como otras se programan con una antelación que oscila entre cuatro meses y un año, y hay importantes diferencias entre ellas. Huelga decir que, por supuesto, no hay visita (la que sea) si no existe una invitación formal del anfitrión.
En las de Estado, además, las visitas (recibirlas o desplazarse como invitado) no se hacen si el gobierno no las considera oportunas. Antes, ahora y siempre.

Una mayoría del “periodismo” y de los “opinólogos” que habita entre nosotros, interviene sabiendo para qué habla y a quiénes van destinadas sus “opiniones”. Es la base fundamental de la manipulación: la intencionalidad y a quienes se dirige.

Una vez que “periodistas “ y “opinólogos” han puesto en marcha la maquinaria de la manipulación, ya sea desde emisoras de radio muy conocidas, cabeceras prestigiosas o tertulias con audiencias que se cuentan por centenares de miles, todo empieza a rodar.

Desde el viernes 12, fecha en la que el presidente Sánchez fue recibido por el presidente Biden, y a cuenta de la rueda de prensa en solitario que ofreció el español, he leído y he escuchado estupideces propias de quienes saben para qué están hablando y hace tiempo que optaron por manipular.

La mentira es difundida y re-difundida inmediatamente en términos cada más vez simplistas para que llegue al mayor número de personas, de tal manera que las decenas de miles de consumidores de ese engaño lo sigan extendiendo. Sin pensarlo dos veces ni diez.


Mensaje: el presidente Biden trata mejor al presidente Macron y al canciller Sholz que a Sánchez (sic). Titular: Sánchez ninguneado por Biden.

A partir de ahí, las redes sociales (Tik-tok, Instagram, YouTube, Tuiter, Facebook, WhatsApp,…) y los micrófonos que blindan la sacrosanta «libertad» de decir y de hablar sin saber -o lo que aún es peor, sin querer saber- llevan la mentira hasta nuestros espacios más cotidianos y los inunda.

Y aquí paz y allá gloria.

Explicar que el presidente Macron es jefe de Estado o que el canciller Sholz desempeña un papel institucional y constitucional muy diferente a la de un presidente de gobierno en España, resulta (casi) inútil en un contexto como el actual.

El poder de una tribuna pública, ya sea un micrófono o una columna escrita, es nada más (y nada menos) que el que le atribuimos.

Pensemos dos veces o diez o cien, antes de concederle el poder para engañarnos con total impunidad.